Antes de A tres metros sobre el cielo

Empecé pronto a colaborar con mi padre, Giuseppe Moccia, más conocido como Pipolo, que fue primero guionista cinematográfico, junto con Castellano, de varias películas de Totò, Franco Franchi y Ciccio Ingrassia y otros cómicos italianos, y más tarde director de algunos de los mayores éxitos comerciales de la comedia a la italiana a caballo entre las décadas de 1960 y 1970. Durante el año 1982 debuté en el mundo del cine como ayudante de dirección y en 1986 fui uno de los guionistas de la primera temporada de I ragazzi della 3ª C (Los chicos de 3° C), una divertida serie televisiva. Más adelante pasé a la televisión como autor de muchos programas en el campo del entretenimiento.

En cualquier caso, antes y después de A tres metros sobre el cielo, he intentado e intento ser yo mismo a toda costa. Por otra parte, esta novela fue un hito, la posibilidad de escribir el libro que siempre hubiera querido leer, que busqué durante mucho tiempo. Representa la dimensión ideal y lejana de todo y de todos. La libertad de un amor. Una meta soñada desde aquí, desde dos mundos a los que pertenecen los protagonistas, Step y Babi: él, todo moto, violencia y gimnasio, ella, estudiante ejemplar, interesada por la moda, ambos rodeados de familias, compañías y costumbres distintas. A pesar de las diferencias, el vínculo que se crea entre ellos es fortísimo, inmenso y auténtico. El libro habla en apariencia de los jóvenes de una parte de una ciudad concreta, Roma, pero en verdad podría ser cualquiera, y echa una mirada a la trayectoria virgen de corazones y mentes que se asoman a la vida y beben de ella con alegre avidez. De hecho, es una zambullida en nosotros mismos, en cómo éramos y somos ahora, después de entonces.

Pero, pensándolo bien, en realidad, ¡mi vida no ha cambiado mucho tras el éxito de A tres metros sobre el cielo! Antes de la publicación, siempre había trabajado en televisión y ahora sigo haciéndolo, porque me permite conocer gente nueva que tal vez no hubiera encontrado nunca y, por lo tanto, saber de nuevas historias. Y esto me nutre, me distrae, me hace reflexionar, me da ideas, me hace ver cómo cambia la sociedad, entre otras cosas porque a través de la televisión conozco sus gustos, y viendo lo que siguen las personas a partir de los resultados comprendo también lo que pasa a nuestro alrededor.

Estoy muy contento con todo esto porque, además, me gusta viajar y he tenido la posibilidad de venir a España más a menudo.