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Liopardo

7 secretos sobre mi cumpleaños

7 secretos sobre mi cumpleaños

-Leyendo la Biblia

Leyendo la BibliaPixabay

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Se acerca el día de mi cumpleaños, lo sé porque todos compráis sin parar y camináis por la calle Preciados en la misma dirección como los trabajadores de la peli de Metrópolis. Pues bien, aquí van siete secretos que quizá no conocíais sobre mi nacimiento: 1. No fue el 25 de diciembre. Esto lo sabe casi todo el mundo. La fecha del 25 de diciembre se eligió porque era un día de fiesta principal en el Imperio Romano con la celebración del “Sol Invictus”, el solsticio de invierno. Las malas lenguas dicen que ese día es también el cumpleaños de muchos otros dioses solares como yo, por ejemplo, Mitra. Mi cumple ni siquiera fue en invierno: la Biblia cuenta que los pastorcillos pasaban la noche al raso con sus rebaños, algo propio de la primavera o el verano, ¡de lo contrario se habrían congelado! 2. Nací antes de mí. ¿Cómo es eso? Cuenta el evangelio de Lucas que se promulgó un edicto por parte de Julio César ordenando que todo el mundo se empadronase, y por eso mis padres tuvieron que marchar de Nazaret a Belén. Pues bien, ese censo existió, pero tuvo lugar el año 6 antes de Cristo, o sea antes de mí. Además la Biblia cuenta que mi nacimiento tuvo lugar durante el reinado de Herodes, ¡y este murió el 4 antes de mí! Así que como muy tarde tuve que nacer en esa fecha. 3. No hubo ninguna estrella. Eso es una copia de las historias de Alejandro, Augusto, Buda o Krishna, que también tuvieron su estrella al nacer. Hay quien dice que la mía pudo ser el Cometa Halley, pero ya os digo yo que no, porque el Papa Calisto III lo excomulgó una vez pensando que era un signo de la ira de Dios porque los turcos se habían apoderado de Constantinopla. Además el cometa Halley pasó por la Tierra el 12 antes de mí. 4. Tampoco hubo mula ni buey. Ningún evangelio los cita, como ya puso de manifiesto para gran desconsuelo de belenistas el Papa dimisionario Benedicto XVI. 5. Los Tres Reyes Magos ni eran Reyes ni eran tres. En ningún sitio de la Biblia se dice que fueran tres. La tradición considera que son tres porque tres fueron los regalos que me hicieron: oro, incienso y mirra ( ¡vaya regalos para un recién nacido, por cierto!). Hubo épocas en que se consideró que eran seis, doce o incluso ¡setenta y dos! Me imagino la cabalgata, interminable. 6. Me llamaron Jesús, pero me tenían que haber puesto “Emmanuel”. El profeta Isaías, que dicen que predijo mi nacimiento, señaló que mi nombre sería Emmanuel, como así reconoce el propio evangelio de Mateo. ¡Pues ni caso hiceron, me pusieron Jesús! 7. Mi madre no era virgen. Lo siento, pero eso es fruto de una traducción errónea de un texto del mismo tipo, el problemático Isaías. El zote de San Jerónimo tradujo erróneamente una palabra que quiere decir “mujer joven” por “virgen”, y a partir de ahí ya todo el mundo esperó una virgen, incluídos los evangelistas. ¡Pero que no se entere nadie!

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