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@CARLOSLANGA

Entrevista a Jean-Paul Sartre: “El existencialismo es un huevo colgando y el otro lo mismo”

Carlos Langa entrevista al escritor y filósofo francés Jean-Paul Sartre.

-jean-paul sartre

jean-paul sartreWikipedia

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Señor Sartre, ¿qué es el existencialismo?

Un huevo colgando y el otro lo mismo.

¿Y ya está…?

¿Le parece poco? Con esa frase resumo décadas de pensamiento filosófico. Con ella expreso la superación de la búsqueda de la esencia del ser humano para centrarme sólo en su existencia. ¿Tal ves lo que le incomoda es la rima?

Un poco…

¿Quiere saber como resumo la historia de Troya?

Mejor no...

Como prefiera.

¿Por qué rechazó el Nobel?

Cómo dice, joven.

La Academia Sueca le galardonó con el Premio Nobel de Literatura en 1964 por “por su obra rica en ideas y llena del espíritu de libertad”. ¿Que por qué motivo no lo aceptó?

¿Que por qué no lo acepté? ¡¿QUE POR QUÉ NO LO ACEPTÉ?! Pues porque esta es la primera noticia que tengo. Me cago en mi padre, con la pasta que dan. Eso es por el borracho del cartero que nunca da una a derechas. Cuando lo pillé lo mato. LO MATO.

¿Me está hablando en serio?

No, evidentemente. Rechacé el Nobel por orgullo. En realidad, pensé que me lo iban a dar el año anterior. Me enfadé mucho cuando supe que no era así y que se lo otorgaban a Yorgos Seferis. ¿Quién conocía a Yorgos Seferis? Pregunté a mi tendero si sabía quién era. Y vaya, sí lo conocía, pero luego pregunté a mi contable y ni idea de quién era Yorgos Seferis. También es cierto que mi contable nunca fue muy aficionado a la lectura y además llevaba dos años muerto. Pero el caso es que Seferis no tenía mi altura intelectual. Mi cabreo era monumental. Contaba con el dinero del Nobel para unas reformas en mi apartamento. Así que cuando finalmente lo otorgaron, dije: “Anda, a la mierda. Ya os podéis meter el premio por el culo.”

¿Se arrepiente de no haberlo aceptado?

Cada segundo de mi vida, joven. No sea orgulloso. Ese es mi consejo de hoy.

¿Cómo se conocieron Simone de Beauvoir y usted?

En la universidad. Fue de una forma muy original. Yo estaba metiendo algunos libros en mi taquilla y la vi aparecer por el pasillo con su resplandeciente melena dorada. Ella era la capitana de las animadoras y yo el quarterback del equipo de fútbol. Al pasar Simone a mi lado fingí que nos chocábamos y se cayeron los libros que portaba. Yo me agaché junto a ella para ayudarle a recogerlos. Le pregunté si coincidíamos en las clases de química del señor Kowalski…

Es un poco la típica historia americana…

Para nada, más europea que una baguette. Esto los americanos también se lo han apropiado. Como Halloween, ¿sabe que en realidad es una festividad celta?

Sí.

Joder, yo me enteré ayer y flipé. El caso es que los americanos copiaron este modelo de escuela y luego lo perpetuaron en sus películas de baratillo. Pero no dude de que yo fui el mejor quarterback de mi promoción. Con mis ojos conseguía una visión global del campo.

Usted afirmó “El infierno son los otros”…

¿Ha circulado un lunes a las 8 de la mañana por la M40 en Madrid? Hágalo y me dará la razón.

Y también dijo “El hombre se hace así mismo”.

Así es. Y por lo que veo, con la cara que tiene usted de gilipollas se ha hecho regular.

Siempre se comprometió con movimientos revolucionarios de la época. ¿Por qué?

Mayo del 68 fue un subidón de adrenalina. Me hizo sentir joven de nuevo. Aquellos días, yo llamaba a los chavales y les sugería pensamientos para escribirlos en grafitis. Les decía: “oye, atended, que se me ha ocurrido una frase que será un melocotonazo”. Ellos estaban expectantes para oír con qué les sorprendía. Entonces decía cosas como “Bajo los adoquines está Alcobendas” o “Seamos realistas, pidamos una pizza familiar que, quieras que no, sale más a cuenta”. Ellos me decían que sí, que captaban la idea, pero luego en las paredes pintaban lo que les salía del coño.

¿Cómo fue su relación Albert Camus?

Teníamos grandes diferencias intelectuales. Podíamos pasarnos noches enteras discutiendo sobre filosofía. Yo le decía: “Soy más existencialista que tú”. Y él respondía: “No, yo soy más”. Y yo replicaba: “No, yo más”. Y él argumentaba: “No, yo más”. Y yo le refutaba: “No, yo más”. Y así, hasta que nos quitaban el vino. Llegaba un punto que ya nos poníamos faltones.

Para acabar. ¿Cómo le gustaría que le recordaran?

Como el "Marty" Feldman del pensamiento.

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